Una vez un filósofo describió la vida como llevar una mochila pesada y nunca poder quitársela. Cada día continuamos cargándola y llega un momento en el que no podemos soportar más su peso. Nuestras responsabilidades se acumulan, el estrés del trabajo, las obligaciones sociales, las relaciones y los problemas emocionales sin resolver. Comienza a sentirse como si estuviéramos viviendo al borde del caos, algo que he estado sintiendo durante la última semana.
Todo llegó de golpe y no estaba preparado para nada. Mis fechas límite de trabajo, mi bandeja de entrada desbordada, la renovación de nuestra casa y todo lo demás en mi vida que he ido posponiendo se había acumulado poco a poco y de repente sentía que me exigía demasiado. Me desperté el lunes por la mañana sintiéndome abrumado, con los síntomas clásicos de ansiedad. Mi corazón empezó a latir rápido, me sentía inquieto, no podía dormir ni comer como de costumbre y hasta las actividades diarias se convirtieron en una enorme carga. Había tanto que tenía que hacer, pero lo único que quería era estar tumbado en la cama sin hacer absolutamente nada.
Hay prácticas conscientes que realmente me ayudan a alejarme de mis pensamientos, como cerrar los ojos y comenzar el día con cinco minutos de meditación, que instantáneamente me calman. Tomar una ducha caliente, escuchar mi lista de reproducción favorita, acurrucarme con mis perros; y como mi esposo no estaba en casa, llamé inmediatamente a mi hermana y le lloré, como solía hacer cuando éramos niños. Es tan dulce que siempre deja lo que está haciendo y trata de hacerme reír con sus locas historias. ¿No se siente genial llorar a veces?
La acumulación de pequeñas elecciones en la vida cotidiana
Todos sabemos que la vida tiene sus altibajos y es como una montaña rusa, sin saber cuándo llegará el próximo giro inesperado que nos desestabilizará. Pero muchas veces, el estrés y la ansiedad pueden ser el resultado de todas las pequeñas decisiones que tomamos en el día a día. Trabajar largas horas sin tomar un descanso, estresarnos física o mentalmente, problemas emocionales no resueltos, no dormir lo suficientemente bien. La acumulación de estas pequeñas decisiones en la vida puede intensificarse y volverse demasiado pesada para soportarla solo.
Nunca he subestimado mis emociones porque pienso que nos llegan como señales, por más incómodas que sean. Podemos enfrentar esas emociones para entendernos mejor y descubrir cómo navegar por esta vida cuando todo parece tan caótico y disfuncional. Mi ansiedad fue una señal de que había llevado mis límites un poco demasiado lejos. Fue un indicador para frenar mi vida.
Aprender a vivir al ritmo adecuado
Para mí, ralentizar significa aprender a ir a nuestro propio ritmo, soltar nuestro ego y simplemente vivir una vida auténtica. No asumir más de lo que podemos manejar porque la vida no es una competencia. Desarrollar hábitos saludables y saber cómo establecer límites. Sé que a veces esto no es posible para todos debido a exigencias familiares, la estructura laboral u otras circunstancias de la vida en las que no tenemos elección. Incluso en ese caso, creo que podemos dedicar 5 minutos, tres minutos de nuestro día para priorizarnos a nosotros mismos y tal vez aliviar algo del estrés y la sensación de abrumo.
Creo que se necesita una inmensa cantidad de valentía para frenar en nuestro mundo acelerado. Permitirnos llorar si es necesario, reír si queremos, tomar un día libre para nutrir nuestro espíritu y darnos tiempo, espacio y espacio mental para poner todo al día. Y cuando nos sintamos nuevamente como nosotros mismos, podemos retomar justo donde lo dejamos. Espero que este artículo te haya sido útil de alguna manera, y si te ha gustado, únete a mi comunidad aquí, donde hablamos sobre una vida tranquila, el minimalismo y la vida intencional en general. Les agradezco enormemente su apoyo a mí y a mi página. ¡Hasta el próximo artículo, cuídense, adiós!